Hace muchos años o quizás no tanto a los niños se les contaba que a los bebés los traen las cigüeñas, otras versiones cambiaban cigüeñas por repollos. Hasta cierta edad, muchos niños, ante la incertidumbre que produce no saber, preferían creer en cigüeñas y repollos sus mayores. Las empresas editoriales intentan reproducir estas viejas fábulas de la niñez y se empeñan en imponer condiciones cada vez más restrictivas para la creación y difusión de obras culturales.
Nada nace por generación espontánea. Nosotros, como los animales y las plantas, somos resultados de las generaciones que nos precedieron (o en ciertos casos, de manipulaciones genéticas en laboratorios).
Del mismo modo, el cine, la música, la literatura son resultado del conjunto de experiencias y percepciones previas, y la formación de sus autores, de lo que cada uno puede, sabe, desea hacer con lo que ha recibido directamente e indirectamente de las obras de quienes los precedieron. En esta capacidad de resignificación, de reelaboración, de crear algo nuevo a partir de elementos conocidos es una de los rasgos distintivos del ser humano.
La ambición de dinero también (haciendo la salvedad que para muchos sujetos ambicionar/tener dinero es un camino para de erigirse en jefe de la manada) Muchas veces la capacidad creativa de los humanos y el dinero colusionan.
Sobre estas cuestiones trata un interesante artículo del catalán Kiko Amat publicado en "Ñ": "Bailaré sobre tu copyright"
jueves, 28 de enero de 2010
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